Los objetos. Los almacenamos en nuestras casas. Forman parte de nuestra cotidianidad, de nuestra memoria. Cada uno de ellos custodian recuerdos, pequeños instantes de una vida vivida como una suerte de cápsulas del tiempo.

Cuando entramos en una casa ajena podemos apreciar la belleza de sus objetos, la armonía del conjunto, la originalidad o el caos, pero la información que hay detrás de cada elemento que conforma un hogar se nos escapa. A no ser que estemos en una casa-museo y tengamos información suficiente para que nuestra imaginación, empujada por la curiosidad y por la necesidad de evocar otra vida y otra época, se dispara y las preguntas empiezan a surgir…

¿Cómo llegó este objeto a este lugar? ¿Qué recuerdos atesora?

Al entrar en el salón de la vivienda del pintor Joaquín Sorolla en Madrid, la luminosidad del ambiente me deslumbra y sin poder evitarlo miro al techo. Allí pende una lámpara de tulipas de Tiffany que confina los recuerdos de una familia desde 1911.

El Salón de la casa Sorolla. Fotografía de Anna M. Christian. 1914.

¿Qué recuerdos le vendrían a la mente al pintor al reparar en ella? ¿Qué reflexiones le habrían surgido en la mente? ¿Quizá recuerdos del viaje a Estados Unidos de 1909 o el de 1911? ¿La evocación del jardín de la casa de Long Island donde retrató al creador de esta lámpara? ¿Conversaciones chapurreadas en un idioma extranjero? Lamentablemente, esos recuerdos se habrán perdido como lágrimas en la lluvia. Pero siempre nos quedará la historia…o por lo menos, algunos datos de la historia.

El objeto en cuestión es una magnifica lámpara modernista de seis brazos y vástago central de bronce patinado de los cuales penden 42 tulipas de vidrio iridiscente, del llamado favrile. El diseño está firmado por la empresa estadounidense Tiffany Studios. No es la única que hay en la casa, pero si es la más espectacular y la que domina la estancia principal de la casa, el salón.

En relación a cómo llegó este objeto al salón de la casa Sorolla tengo que remontarme al 4 febrero de 1909. Aquel día se inauguraba en la Hispanic Society de Nueva York una exposición retrospectiva de Sorolla. Gracias a la amistad que le unía con el hispanista y filántropo Archer Milton Hunttington, quién patrocinó la exposición neoyorkina, Sorolla pudo expandir su arte al mercado norteamericano. El éxito fue apabullante. La exposición recibió 160.000 visitas, entre las cuales se encontraba la de Louis Comfort Tiffany. Su nombre se asocia a las encantadoras lámparas Tiffany de cristal coloreado y emplomado, con estética Art Nouveau y herederas del movimiento Arts and Craft de William Morris.

Louis Comfort Tiffany era hijo de uno de los empresarios del negocio de las joyas más reconocidos de Estados Unidos y del mundo, ya que su famosa tienda, en la Quinta Avenida, Tiffany & Co., ha quedado impresa para siempre en nuestra memoria visual gracias a la película protagonizada por una elegantísima Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes.

Louis Comfort Tiffany comenzó su andadura en el negocio del padre pero rápidamente demostró un gran talento para el diseño, la pintura y la decoración de interiores por lo que sus intereses se desviaron hacia el arte del vitral y del vidrio. Estudió en Nueva York y en París pero a la hora de diseñar sus lámparas y vidrieras se dio cuenta que la industria del cristal no estaba muy desarrollada, por lo que empezó a investigar en la creación de nuevos cristales: opacos, iridiscentes, veteados, opalescentes, fracturados, moteados, estriados, etc.

Cuando Sorolla conoció a Tiffany, en la muestra neoyorkina, su nombre ya estaba ligado al diseño de estas lámparas tan famosas. La relación entre estos dos artistas comenzó con una transacción comercial, pues Comfort Tiffany le compró cinco cuadros. Tiffany era un enamorado del luminismo y de la estética árabe, de hecho algunos de sus diseños están inspirados en este estilo, incluso su casa de Long Island estaba decorada, en su mayoría, siguiendo un estilo oriental.

Es precisamente en esta casa donde, dos años más tarde, Sorolla le visita durante el segundo viaje que hace a Estados Unidos. Allí, en el jardín de la mansión Laurelton Hall, propiedad de Tiffany, le inmortalizó. El retrato es impresionante. Representado junto a una eclosión de naturaleza florecida a sus espaldas y la luz que desprende su figura con traje de verano blanco que contrasta vivamente con el amarillo de los rododendros. Tiffany queda retratado como pintor, en una pose en la que parece hacer un parón en su trabajo pictórico para charlar con la persona que le inmortaliza, mientras su perro, Funny, es testigo de la escena. El resultado es un retrato con unas dosis fuertes de luminosidad y brillantez excepcionales.

Retrato de Louis Comfort Tiffany. Joaquín Sorolla. 1911. Hispanic Society of America.

El retrato estuvo mucho tiempo colgado en el Patio de la Fuente de la mansión, lugar que daba la bienvenida, a modo de vestíbulo, a todos los que visitaran la casa. Hoy lo custodia la Hispanic Society of America en Nueva York.

Patio de la Fuente. Laurelton Hall. Long Island. Fuente: The Charles Hosmer Morse Museum of American Arthttp://www.morsemuseum.org.

También se sabe que durante ese segundo viaje a Estados Unidos Sorolla encargó a Tiffany unas lámparas. El valenciano se veía en la necesidad de amueblar su nueva residencia: un palacete en el Paseo del Obelisco (desde 1914 calle del General Martínez Campos) a las afueras del Madrid de entonces y que en 1911 estaba, prácticamente, casi terminado. De hecho, según los historiadores, los Sorolla empezaron a vivir allí a finales de ese mismo año. Se sabe por unas cartas conservadas en el Museo Sorolla que el 11 de septiembre de 1911 Tiffany enviaba las lámparas así como algunos recambios de tulipas por si sufrían algún incidente.

Las lámparas de tulipas con interior iridiscente cuyo material Tifanny había patentado con el nombre de favriles, nos recuerdan a ese estilo modernista que utiliza motivos derivados de la naturaleza para los diseños de decoración de interiores. Aunque en solitario, cada una de las tulipas que penden por cadenas, podrían partir de un modelo orientalizante, sin embargo más parece que tal acumulación de tulipas colgantes, por su distribución y su color evocarán más un panal de larvas de abeja que a Las mil y una noches. De hecho, parece una especie de formación de crisálidas en cuyo interior se gestara la luz.

Sorolla escribió en 1912 que la luz es vida: “La luz es la vida de todo lo que toca…La lumière c’est la vie. Cuanta más luz en las pinturas más vida, más verdad y más belleza”. ¿Sería posible que viera en esta lámpara una metáfora de su pensamiento, una alegoría de su concepción de la vida y la belleza? Quién sabe.

Quizá no llegue a saber nunca que recuerdos evocaba Sorolla al mirar la lámpara, tan solo me queda elucubrar y evocar. Aunque esas reflexiones se han convertido ya en parte de mis recuerdos asociados a una lámpara que pende del techo en el salón de Museo Sorolla.

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