El 11 de septiembre de 1919 el pintor Joaquín Sorolla, su mujer Clotilde y su hija pequeña, Helena, cogían en Palma de Mallorca el vapor Jaime II rumbo a Ibiza, donde pasarían un par de semanas, antes del fin del verano de 1919.

 

Una barca en la Cala de San Vicente.

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 01261.

 

 

A Mallorca habían llegado un mes antes, vía Valencia, para pasar el mes de agosto en la isla. Allí, como en todos lados, no le faltaban admiradores. Uno de los matrimonios que le acompañaron en su estancia por la isla es el de la pintora Pilar Montaner Maturada y Joan Sureda i Bimet. Ella era una artista que se había formado entre otros con el propio Sorolla, así que eran viejos conocidos. Él, un rico heredero mallorquín, protector de artistas y propietario del Palacio del Rey Sancho en Valldemossa. Un hombre culto conocido en Mallorca como mecenas de las Artes, que quiso llenar la isla de personajes de la intelectualidad de aquel momento como Rubén Darío, Azorín, Hermen Anglada Camarasa, Jorge Borges, Santiago Rusiñol y un largo etcétera. Desde luego que con su mecenazgo avivó el ambiente cultural de esa parte de la isla en las primeras décadas del siglo XX, cuando comenzaban a construirse los primeros establecimientos hoteleros y se veían los primeros veraneantes alemanes en la isla.

El caso de Pilar Montaner fue curioso (o no tanto) porque se la conoce muy poco fuera de Mallorca como artista y eso que fue una pintora excepcional. El propio Sorolla cuando era maestro suyo entre 1901-1904 le dijo a su marido que él se encargara de los niños y que a ella le dejara los pinceles… Para los tiempos que corrían fue una proposición muy poco conservadora. Encima no tuvieron pocos niños, ¡14! de los cuales sobrevivieron 11. Pues bien, el señor Sureda se ocupó de ellos dejando que su mujer pintara. Así fuera porque tenía que salvarle de la ruina…

Retomando la historia, la pequeña delegación de la familia Sorolla pasó parte de sus vacaciones en la localidad de Cala Sant Viçent, en el municipio de Pollença, al norte de la isla.

 

Mapa del norte de Mallorca.

Fotografía Ana Martín.

 

 

 

Quién ha estado allí sabe que es un enclave bellísimo con los acantilados de ese extremo de la Serra Tramuntana volcados hacia el mar. Esa región de la isla de Mallorca fue un foco de atracción para muchos artistas. Ya en 1913 se hablaba de que en el lugar se había formado una colonia de artistas compuesta tanto por pintores como por fotógrafos y escritores, lo cuales fueron llamados El Grupo de Pollença. De hecho Anglada Camarasa se mudo a la localidad cercana de Port de Pollença en 1914. Más tarde tuvo que irse por el estallido de la Guerra Civil pues era republicano, al final volvió en 1947 y pasó sus últimos doce años junto a la bahía pollensina.

La Cala Sant Viçent ofrece unas vistas cautivadoras del Cavall Bernat, una formación rocosa cuya cuerda está conformada por una serie de afiladas crestas. La verdad es que en tiempos de Sorolla probablemente se conocería, popularmente, como el Carall Armat, según el especialista en topografía Joan M. Torres. Al parecer fueron los pintores catalanes los que comenzaron a llamar a la formación rocosa Cavall Bernat, por la remembranza con el Cavall Bernat de Montserrat. No fue hasta 1953 que se hace oficial el nombre que hoy conocemos para la formación de esa sierra. Es curioso como la sugestión también ha intervenido en la montaña, ya que se puede ver la sombra de un caballo en la proyección que hace el sol sobre la serreta en el solsticio de invierno. (Para saber más

El caso es que para los artistas que acudieron allí esa vista resultaba cautivadora y ¡no sería poco atractiva para Sorolla pues lo pintó en ocho de los cuadros de su producción mallorquina! de los cuales siete se encuentran en su museo en Madrid y uno en el centro Es Baluard de Palma de Mallorca.

 

Cavall Bernat al atardecer. Finales de agosto de 2020.

Fotografía Ana Martín.

 

 

 

 

Cala de San Vicente, Mallorca.

Óleo sobre lienzo. Es Baluard Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma de Mallorca.

Adquirido el 16 de noviembre de 2004 mediante subasta en Sotheby’s Londres.

 

La verdad es que las vistas del Cavall Bernat con la luz rojiza del atardecer de agosto ofrecen una perspectiva llena de magnetismo. A pesar de que hizo algunas pinturas de la sierra con la luz cenital del mediodía, su producción se centró en los tonos rojizos del acantilado y sus reflejos en el agua. Tomando perspectivas desde la cala de Barques, la que tiene unas pequeñas rocas cerca de la orilla y que podemos ver en cuadros como Helena en la cala de San Vicente, Mallorca (número de inventario 01263) o El Cavall Bernat, Cala de San Vicente, Mallorca (número de inventario 01259) y El Cavall Bernat, Cala de San Vicente (número de inventario 01260).

 

Helena en Cala de San Vicente, Mallorca.

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 01263.

 

 

 

 

El Cavall Bernat, cala de San Vicente, Mallorca. Inconcluso (según ficha de catalogación del museo).

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 01259.

 

 

 

El Cavall Bernat, Cala de San Vicente. 

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 01260.

 

 

La otra cala donde plantaría el caballete sería la de Molins cuyas panorámicas fueron captadas en el cuadro Cala de San Vicente, Mallorca (con número de inventario 01257) o El Cavall Bernat por la tarde, Cala de San Vicente (número de inventario 01258) con la silueta negra de un personaje que quedó inconcluso como se ve en la parte inferior izquierda del cuadro.

 

 

Cala de San Vicente, Mallorca.

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 01257.

 

 

 

 

El Cavall Bernat por la tarde, Cala de San Vicente. Inconcluso.

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 01258

 

 

En estas vistas se refleja una pintura a base de manchas extensas de color que sintetizan mucho las formas, sin dejar de ser fácilmente identificables. Bien es sabido que al pintor no le interesaba tanto el dibujo sino el color y los diferentes matices que la luz puede mostrar, pero en estos últimos cuadros de su producción esta tendencia se agrava y se vuelve dominante. Es como si Sorolla acabara de soltar lastre. De hecho lo hizo, pues acababa de entregar en junio los catorce paneles de la Visión de España a la Hispanic Society, un trabajo titánico y exigente que le dejó exhausto. En ese verano de 1919 tal como hizo en los veraneos anteriores desde 1911, Sorolla se sentía libre para desarrollar este tipo de pintura, dando como resultado algunos óleos que muestran más soltura y ligereza en la pincelada y menos contención en las formas. Algunos de ellos llegan a rayar el fauvismo como el titulado La Siesta de 1919 que conserva el Museo Sorolla.

 

 

La Siesta. 1911.

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 00985.

 

 

 

De toda la estancia mallorquina de Sorolla, a parte de los cuadros, queda un pequeño reportaje fotográfico que Guillem Bestard, fotógrafo pollensín, le hizo y que envió a Clotilde en 1921, junto con una carta, custodiada en el Museo Sorolla (número de inventario CS/3900), en la que le desea una pronta recuperación (pues, el año anterior, ya había sufrido la hemiplegia que le alejaría para siempre de la pintura) así como el ofrecimiento de su ayuda por si quisieran trasladarse a los climas templados del Mediterráneo mallorquín, siempre y cuando así lo aconsejaran los médicos.

Ahí quedan las fotografías de Bestard, custodiados los positivos en el museo Sorolla, donde podemos ver al pintor posando con el lienzo titulado Cala de San Vicente, Mallorca (con número de inventario 01256). Junto a Sorolla, en la orilla del mar, se encuentran su hija Helena y una de las hijas del matrimonio de anfitriones, llamada Celerina Sureda Montaner, ambas posando como si estuvieran buscando conchas en la arena.

 

 

Fotografía de Guillem Bestard.

 

 

 

Cala de San Vicente, Mallorca.

Óleo sobre lienzo. Museo Sorolla. Número de inventario 01256.

 

 

También se conservan otras fotografías con todo el grupo de los Sorolla y los Sureda-Montaner, más dos personas que aún no se han identificado: una mujer y un niño.

 

Fotografía de Guillem Bestard.

Museo Sorolla. Número de inventario 80338.

 

 

O esta otra de Sorolla con el séquito de intelectuales mallorquines: Joan Llobera Martorell, Torres, Joan Sureda y LLorenç Riber.

 

Fotografía de Guillem Bestard.

Museo Sorolla. Número de Inventario 80724.

 

 

Pero todo termina. También ese verano mallorquín tuvo su final el 11 de septiembre de 1919 y la familia Sorolla salió rumbo a tierra ibicencas para, entre otras cosas, que Sorolla pudiera hacer estudios del cuadro que se titularía Los Contrabandistas, encargo de un rico magnate de la industria del tabaco, Thomas Fortune Ryan. Pero esa es otra historia.

Ana Martín.

 

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